
Si cuando yo acabe mi curso, digo que soy una Community manager y que me dedico a administrar una comunidad, ¿Me entenderán?
Pues bien, me gustaría compararlo con un director de orquesta, éste no es el que ejecuta a través de los instrumentos, porque eso lo hacen los músicos, pero si es el que mejor conoce la melodía.
Y la empresa, para que su melodía suene bien, dependerá de la calidad de su director, de su Commnity manager, que se asomará a las redes sociales a la misma altura de los de abajo para aprender y luego, contárselo a la empresa, sino al final, se estará hablando otro idioma y los clientes se irán con la música a otra parte.
El director
de orquesta sabe cómo y cuándo debe sonar la música para que suene como a él le
gusta, al igual que un Community manager,
a través de leer cada tweet, cada blog, cada correo electrónico, sabe como
orientar a quien representa para tener éxito, sabe hacia donde debe dirigir su música.
Porque para tener éxito, hay que humanizar la marca, disfrutar de las conversaciones, al final hay que tener presente que todo, es pasión. Aquel que no se emociona, está muerto.
Un director de orquesta es el responsable de sus músicos, porque es el que ejecuta la orquesta y dándole su toque personal, la administra y luego si lo aplauden, será porque lo ha hecho bonito.
Un Community manager, administra la comunidad, defendiéndola, porque se identifica a nivel personal con el consumidor.
Su razón de existir es la comunidad, no la marca, la empresa habla a través del Community manager, pero la que realmente está hablando es la empresa.
Siempre he pensado que ser director de orquesta debe ser apasionante y dicen que que los buenos Community manager están locos con su trabajo, les encanta.
El aplauso, tanto para un director de orquesta como para un Community manager será que le reconozcan el talento, que no es, cuando te dicen que les gusta tu trabajo, sino cuando no les gusta tener que admitir que ese trabajo es bueno.
No es cuestión de suerte, es cuestión de tener talento.