martes, 1 de abril de 2014

Y nos dieron las dos y las tres.

¡Bienvenidos a la primavera y al cambio de hora!
 
Nos cuentan que todo esto del cambio de hora es para aprovechar los cambios de luz y ahorrar energía, resumiendo, nos supondría un ahorro de 6 euros por hogar. ¡Algo, es algo!
 
El científico y diplomático  Benjamín Franklin en el Siglo XVIII propuso que se debían adelantar los relojes cuando en unos de sus viajes a París vio que se desperdiciaban horas y sobre todo que se consumían demasiadas velas por las noches, no iba mal encaminado porque al ritmo que vamos nos veremos con velas por las noches tal y como está el panorama.
 
Ahora es todo mas moderno y vamos a golpe de Decreto, concretamente el 236/2002 que dice que será el último domingo de marzo cuando nuestros relojes adelantaran las horas.
 
La realidad es que si nos afecta, no somos máquinas y doy fe por lo menos en mí, es cierto lo del "Síndrome general de adaptación", según un informe de la Comisión europea este malestar en nuestro reloj biológico dura entre 1 y 14 días.
 
Pero claro, en este mundo tan globalizado y donde no te puedes quedar rezagado, eso de que esto afecta al carácter, o puedes tener trastornos de sueños y ansiedad, no vale. Como dice la canción "aquí hay que bailarlo todo sin perder jamás el paso".
 
Y como no nos podemos permitir pasear por la cuerda floja, porque nos podríamos caer, hay que espabilar. Esto del cambio de hora al final es o te adaptas o bailas al ritmo que te marca la vida.
 
¡Así que fuera el antiguo horario! Ya no lo añoraremos, el secreto para ser feliz es no añorar lo que no tienes, si el mundo es de  Dios, seguro que éste solo se lo alquila a los valientes ( eso decía un sabio).
 
Al final el cuerpo se hace a todo, a no ser que se seas alondra o búho, a estos les da igual este pequeño cambio horario porque es una cuestión genética.
 
Os dejo la fábula, reconociendo que es real como la vida misma:
 
Erase una vez, una alondra y un búho que un día se conocieron y por aquellas rarezas del destino, se enamoraron y formaron su propio nido.

Todo era muy lindo y emocionante siempre, pues al búho le encantaba cazar por las noches y a la alondra cantar por las mañana, pero aunque esto no parecía ser ningún problema al principio, luego de cierto tiempo, la alondra se enojaba porque el búho, desvelado de cazar por las noches, no la acompañaba a cantar, y la alondra no acompañaba a cazar al búho porque debía dormir para levantarse temprano a cantar por las mañanas.
 
Y cuando uno acompañaba al otro, uno siempre andaba medio dormido, o muchas veces hasta malhumorado pues estaba perdiendo sus preciosas horas de sueño reparador.
 
Entonces luego de muchos disgustos y discusiones, la alondra y el búho se dieron cuenta, que no era que no quisieran pasar tiempo juntos, sino que simplemente sus relojes biológicos eran diferentes y por eso no podían estar juntos todo el tiempo que querían.
 
Desde entonces, como se querían tanto, el búho dejaba que la alondra cantara por las mañanas y ella dejaba que su querido búho cazara por las noches, y muchas veces, hacían también el esfuerzo de acompañar al otro para disfrutar tiempo juntos, pero sabiendo que su reloj no podía cambiar.
 
                                                    ¡Feliz cambio de hora!
 
 
 



2 comentarios:

  1. Me gusta mucho la Fábula, porque me gusta mucho la libertad de cada uno, siempre que no se dañe al otro.
    ¿Si no tienes libertad interior, que otra libertad esperas tener?.
    Hasta siempre. Abubel

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    1. Hola Abubel, la verdad que la libertad es lo mejor del mundo, lo bueno es juntarse dos búhos o dos alondras, pero que complicado es eso, ¿verdad?.
      El respeto es lo que al final los hizo vivir en armonía.
      ¡Te deseo una buena adaptación horaria y primaveral! Un abrazo muy fuerte.

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